Escáner Cultural

REVISTA VIRTUAL DE ARTE CONTEMPORÁNEO Y NUEVAS TENDENCIAS

ISSN 0719-4757
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Tirar del hilo

Sonia Delaunay, Primas eléctricos, óleo sobre lienzo 250 x 250 cm ©Musée National d'Art Moderne, París

 

(De)construir la tradición. Acerca de las (otras) historias del arte 

(II parte)

 

 

Genios, cuestionamientos y un nombre propio

 

Continuando con la entrega anterior, hay algunas reflexiones que me gustaría proponer. La primera de ellas es que, al parecer, en el mundo del arte existe una constante en forma de fantasma sigue vigente: la presencia de las artistas es escasa en las colecciones permanentes de museos e instituciones. Por ello, no dejo de pensar en cómo están construidas socialmente las diferencias al momento de apreciar y valorar algunas obras. No puedo sino presentar un sinnúmero de especulaciones al respecto y reflexionar a partir de ellas. Quizá se deba –como bien nos lo plantearan muchas autoras e historiadoras- al problema que suscita  la noción de “genio” en esta historia del arte que se escribe día a día. Al respecto, convendría recordar lo siguiente:

“En el Romanticismo se dejó crecer y reformular un discurso misógino, que trajo como consecuencia la consolidación de esta historia de marginación. Durante este tiempo, eran los hombres quienes poseían e juicio e ingenium; las mujeres por el contrario, se dejaban llevar demasiado por sus emociones, como para llegar a ser grandes artistas. El artista Romántico se apropia de los valores “femeninos” al mismo tiempo que atribuye a las mujeres una serie de características asociadas a la masculinidad y que “desde ahora” adquieren un sentido negativo (razón, juicio, contención).  Ante esto, Christine Battersby  afirma que la misoginia Romántica estaba acompañada de un cambio de paradigma estético: el genio pasa a ser una figura dotada de atributos considerados “femeninos” al mismo tiempo que se declara que las mujeres no pueden dedicarse a la creación artística. (…) En la antigua Roma, los genii eran los espíritus masculinos protectores que garantizaban la supervivencia de las propiedades del gens o del clan familiar, asegurando la fertilidad de la tierra y del propio paterfamilias”. ([1])

 

En este momento del análisis es cuando viene a la cabeza lo que en su momento expone también la historiadora Carol Duncan: pareciera ser que la “grandeza” es masculina ([2]). Es decir, desde este concepto, tan acariciado por muchos, y desde la connotación física que conlleva, las mujeres están lejos de ser consideradas por una cuestión corporal, según la cual, tienen otro destino. También  se debería, según otras autoras, a la escasa genealogía reconocida e inscrita de artistas mujeres en la historia oficial, en cómo son examinadas las obras de arte al momento de conocer el nombre de su creador(a). Y lo cierto es que variadas preguntas han sucedido a reflexiones de este tipo: ¿A estas alturas aún sigue siendo necesario instaurar un nuevo canon?, ¿es necesario instaurar una nueva forma de ver sobre la que se deban medir aquellas obras para considerarlas y reconocer su valor artístico? ¿qué óptica es la que debe guiar la mirada? y ¿sobre qué bases debe sustentarse?. Frente a estas preguntas que se repiten a lo largo del tiempo, la única opción que creo posible es releer –y reescribir-  esa  historia oficial, pero ¿cuántas veces deberá ser necesario?. ¿No es más cómodo dejar sin remover las estructuras sociales o institucionales y seguir dejando en la periferia de la historia oficial a media humanidad?

 Si hilamos fino, comprendemos que hasta ahora sólo ha sido estudiada e investigada poco más de la mitad de la Historia del Arte. Aún está en el olvido –al menos oficialmente- buena parte que también contribuyó a su desarrollo, pero que ha sido ignorada en el discurso oficial y lo cierto es que, al menos de momento, no se ve una voluntad de cambio.

Como contrapunto a lo expuesto, encontramos una serie de afirmaciones que surgen a partir del impacto de las Guerrilla Girls en la escena artística de Estados Unidos en la década de los ochenta, y posteriormente en el mundo entero. Como por ejemplo, que “el buen arte no tiene sexo” frase tan proclamada a lo largo de la historia del arte, así como en la crítica de arte a lo largo de todo el siglo XX. No obstante, fueron muchas creadoras que, intuyendo que esta constante seguiría, echaron mano sobre ello y decidieron  firmar sus obras con las iniciales de sus nombres, como por ejemplo: Lee Krasner, quien por años firmara sus obras como L.K.;  la artista de comics estadounidense Dale Messick, autora de la famosa tira Brenda Starr, que cambió a su nombre Dalia por Dale; la caricaturista de “El Tiempo” de Bogotá, Consuelo Lago,  cuyo público creyó durante treinta y cuatro años que era un varón, al firmar siempre como C. Lago. Y la lista sigue, lo que pone de manifiesto la escasa valoración que las artistas habrían percibido en los espacios de creación. Recordemos que lo usual era que, si se dedicaban en alguna forma a la creación, fuesen conocidas por su papel de acompañantes: la novia de, la esposa de, etc. Creo consecuente citar aquí el episodio en que Alfred Stieglitz, fotógrafo y marchante de la obra de Georgia O’Keeffe,  defiende el trabajo de la artista durante la presentación de una exposición en 1920, explicando que la obra debía alejarse de la diferenciación sexual al igual que se había hecho con los otros pintores de flores. También está el caso de Dora Maar, que al ser nombrada inevitablemente se asocia a la relación que tuvo con Picasso, antes de pensar su obra. Caso similar es el de Sonia Delaunay (Sarah Ilínichna Stern), cuya obra solía ubicarse a la sombra de la de su marido en los discursos estéticos. Remedios Varo y Leonora Carrington tuvieron que pasar por la experiencia de rediseñarse a sí mismas después de convivir con los artistas de principio de siglo y poder  brillar con luz propia recién a finales del siglo XX.

 

 


[1] MAYAYO, P.: Historias de Mujeres, Historias del arte. Madrid, España. Ediciones Ensayo Arte Cátedra, 2ª Edición, 2007.

[2]  DUNCAN, C.: “When greatness is a box of wheties”, Artforum, N°14, octubre de 1975, pp. 60-64.

 

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Acerca de la autora:

Marla Freire-Smith: Dra. en Historia y Teoría del Arte por la U. Autónoma de Madrid; Experta en Docencia Universitaria (U. Autónoma de Madrid); Máster en Historia del Arte Contemporáneo y Cultura Visual (U. Autónoma de Madrid y Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía); Máster en Escenografía  (U. Complutense de Madrid) y Lic. en Arte (U. de Playa Ancha, Chile). Líneas de investigación: arte contemporáneo y política, memoria, poder, estudios de género en el arte, feminismos y arte de acción. Su trabajo visual ha sido expuesto en diversos contextos y países. Más en:www.marlafreire.blogspot.com

 

¿Cómo citar este texto?:

Freire-Smith, Marla: “(De)construir la tradición. Acerca de las otras historias del arte. Genios, cuestionamientos y un nombre propio (II parte)”. Revista de Arte Contemporáneo y Nuevas Tendencias Escáner Cultural.Nº 187, Diciembre 2015. Santiago de Chile.ISSN 0719-4757. < http://revista.escaner.cl/node/7851

 

Escáner Cultural nº: 
187

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