Relato
MAGIA
Por Totoy Zamudio ,Chile
Arte y conocimiento producido mediante actos, palabras, o con la ayuda de seres sobrenaturales.
Genera ilusión y dominio sobre las personas, la naturaleza y sobre las fuerzas que la gobiernan.
Encanto, hechizo o atractivo de alguien o algo. (Wikipedia)
¿Como estará Muñoz-Méndez "el flamenco"?.
Todo cagado, en dos semanas inaugura su homenaje a los maestros.
Ojala recupere lo gastado en afiches, vestuario, iluminación e ítems varios.
Se vistió de amarillo impenetrable para confundirse con la pared.
Así va a parecer como que levitan las guitarras, me dijo.
Yo se que anda con el culo apretado. Pobre huevon.
Menos mal que somos todos industriales.
NIEVE, O EL ARTE DEL FUNAMBULISMO
Desde Chile, Raúl Hernández
¿De dónde viene este drama? Vamos cabalgando por la acera de la persistencia sin un céntimo para completo, mañana viene el sueldo, sé que esto es un error. La duda de saber que esta pregunta de que todo nuevamente viene a ser una duda tiene la solución de demoler los dientes de la muchedumbre. No me importa la contaminación ambiental. No me importa el último deseo de los vendedores de privilegios. Se camina invisiblemente, dando empujones de barro, soñando las sábanas ajenas.
¿De dónde viene este drama? Tú me preguntas acerca de lo poco trascendental de esto. Yo te digo: es eso lo que quería evitar. Conversamos del aseo del departamento, no hay cera, esta noche pienso volar mi televisor. Y están los cuestionamientos cuando, sobre todo, nunca habría que dudar en este momento en que las zapatillas embarradas se transforman en puré rancio, caspa molida, seca sed de abril.
Las pocas palabras es lo necesario. Acá no se lamenta esa contradicción. No es necesario que el vaso de vino esté rebosante con la sangre a destajo. Esa burla es demasiada costumbre. Las pocas palabras son la imagen obesa, el límite de la oralidad, el compromiso con el respeto a la nada, la resta de las ideas aleatorias, la burla de la decadencia, la carencia hecha dignidad, la pobreza de lo inconmensurable.
ENTRE EL SILENCIO Y LAS SIRENAS
Desde Venezuela, Carlos Yusti
En una etapa de mi vida me refugié en el silencio. Estaba convencido que mi terreno no era la escritura. Todavía hoy no estoy convencido del todo. Pero en esa etapa juvenil de mi existencia estaba frustrado. El horizonte de la literatura para mí no era una línea, sino una gran mancha informe. Comprobé, en el abismo de mis dieciséis años, que escribiendo no obtendría jamás oficio ni beneficio. Además aquella frase de Quevedo me agujereaba de manera risueña el animo: “El que escribe para comer, ni come ni escribe”.
Por esos días ya había publicado varios artículos y uno que otro cuento en algún periódico. También participaba con otros come flores en un grupo literario y ya habíamos editado el primer número de nuestra revista. Un buen día, ante el acoso familiar y ante la burla descarnada de parientes o amigos, decidí guardar mi máquina portátil. Dejar de lado la vagancia y la bohemia literaria. Hice mutis. Busqué un trabajo infame y durante tres años me entregue al silencio de las sirenas, por aquello que escribió Kafka: “Sin embargo, las sirenas poseen un arma mucho más terrible que el canto: su silencio. No sucedió en realidad, pero es probable que alguien se hubiera salvado alguna vez de sus cantos, aunque nunca de su silencio. Ningún sentimiento terreno puede equipararse a la vanidad de haberlas vencido mediante las propias fuerzas. En efecto, las terribles seductoras no cantaron cuando pasó Ulises; tal vez porque el espectáculo de felicidad en el rostro de Ulises, quién sólo pensaba en ceras y cadenas les hizo olvidar toda canción.
SALUD ISABEL!
Desde Murcia, Carlos Cegarra
Luego la serena e inmensa paz de los alrededores londinenses, las barcazas en el río fangoso, las calles familiares, los carteles anunciando partidos de críquet y bodas reales, los hombres con bombín, las palomas en Trafalgar Square, los autobuses rojos, los policías azules... todos durmiendo el sueño muy profundo de Inglaterra, del cual muchas veces me temo que no despertaremos hasta que no nos arranquen del mismo el estrépito de las bombas.
George Orwell (Homage to Catalonia)
Las bombas ya no despiertan más allá del agradecido miedo y el state of paranoia que el personal está empezando a asimilar.
Apenas tres horas en Londres el día de la segunda intentona y tres semanas en Leeds que ahora luce traje terrorista son suficientes para respirar la decadencia y el hedor de una civilización madre de un monstruo difícil de digerir.
TORPEZA Y DESESPERACIÓN
Desde Chile, Raúl Hernández
Hay un ser pequeño que adolece de tantas cosas y camina por la ciudad a cuestas maldiciéndose a si mismo y a nadie más. Este individuo puedo ser yo mismo o puede ser la muerte o una desesperación literaria que no sabe porque ni por dónde ni cuándo, se despertará de nuevo como un ángel del bostezo. Claro, nuevamente la muerte viene teniendo tus ojos. Y atormentado también se cae de las escaleras y rueda comiendo arañas peludas que son negras pesadillas somníferas que padecen de esa necesidad de espanto, como diría Lihn: “nada tiene que ver el dolor con el dolor, nada tiene que ver la desesperación con la desesperación”.
UN CAFÉ
Por Raúl Hernández
Una estrella es la que me dice que en este momento desearía escribir cosas que pudieran ser un diario que no se podría estimar como lo que se espera de un diario. Así, envolviéndome tímidamente en este humo de cosas raras que van llegando como un abuelo con recuerdos, así tristemente tímido y locuazmente insignificante.
Anoche, yendo a terminar con ese proceso llamado luz, apreté el interruptor y me dio la corriente y supe que era una de esas señales idiotas que a veces llegan y suelen alejarnos de nuestra nostálgica añoranza. Así como nadando en la playa y mirando atrás para ver a la familia, viendo las galletas atrapadas ante una red de hormigas que son sólo nuestras ansias por poder ver un poco más claro. Esas estrellas fueron las que llegaban desde la ventana cuando tomaba el café en solitario descanso. Supe apreciar que en otros lugares toda esta desidia no significaría nada más que una mentira vacía como un disparo a lo lejos. Claramente no sabía si esto era poesía.
Imaginé a muchos como yo tomando una cerveza tras los ventanales de los bares, imaginé a muchos como "otros yo" que no sabían lo que hacían tomando ese vaso con quién sabe que cosa pero que a ciertas alturas de la madrugada sólo quieren ser una necesidad falsificada.
(D)EL FOLLETÍN DE GABRIELLI
Por Rolando Gabrielli
Hace más de cinco años no compro diarios. Soy periodista. Escribo esta revelación en mi Blog número 13. Leo periódicos extranjeros para enterarme del país donde vivo. Los leo por Internet, porque todos son iguales. Las noticias se repiten. Las cambian y son las mismas. Vuelvo a hacerlo no sé cuantas veces en el día, y no fallan. Así compruebo que el ciberespacio es un viaje por la tierra, con todas sus miserias. La profesión de periodista es lo más inútil que me ha tocado desempeñar durante 34 años. Un tiempo sinceramente extenso, que requiere una vida para vivirlo y termina convirtiéndose en algo inevitable. Tu sombra, por decirlo de alguna manera. Es algo que todos cargamos y nos responsabilizamos de forma espontánea. Doy vuelta la hoja. Marzo 15 del 2006, estoy abrazado a una mujer en un aeropuerto. Es su cumpleaños. Es la misma que me retiene y yo a ella, su mano en una playa. Caminamos como si nos hubiésemos conocido toda la vida, lo que es cierto y decidimos sentarnos a esperar nuestro tiempo. Nos suspende una amplia sonrisa, como astronautas dentro de la misma nave y burbuja.
13 de abril, debió ser martes, lo marqué inútilmente en rojo. Es otra fecha. ¿La mala suerte tiene algún color? La buena es azul, había escrito más adelante. El mar pare, traga, pero da vida. Y es azul. Arriba, el cielo, es azul. 7/10 de la Tierra es mar. La Tierra es azul. Las estrellas son azules. Y sobre todo recuerdo un balde azul con el que recogía arena en la playa. El mar era inmensamente mío. Yo escribo por otras razones.
VERANITO DE SAN JUAN
Santiago de Chile, por Raúl Hernández
La despedida del veranito de San Juan en las calles mojadas de Jorge Teillier en las noches mojadas del invierno de San Juan / mascullando las despedidas de frente a una isla desierta / frente al parque de las amistades y las cosas vistas en Cerro Navia / en las canchas embarradas / en las bicicletas averiadas / en las hojas tapando las alcantarillas / atravesando en el carrito la avenida río / y nadie en la montaña desaparece nuevamente/ las tardes se hacen merkén en el año nuevo mapuche que escucho decir por ahí de tipos que resuenan la aventura de esclarecer los sueños desérticos / y las lentejas de medianoche / y las historias de terror de suspenso de mentiras de burlas de recuerdos de olvidos de viejas añoranzas / de viejas personas / las historias de la oportunidad del equipo de fútbol por salir campeón pero que no se corona por la mala suerte / sobre todo demostrado en el último tiempo en las actuaciones frente a los equipos de la copa libertadores / en las casas en los televisores se ve esto y el veranito de San Juan pero no se sabe que la inundación es evidente luego de esta felicidad / se muestran las bocinas de las camionetas en la calle como una luciérnaga sorpresiva entremedio de la niebla /
HISTORIAS DEL OTRO INQUILINO
Después del diluvio, los escombros, la casa en un misterioso segundo aire
Por Rolando Gabrielli
UNO
El Big Bang, el agujero negro que se hizo luz, y nos transformó la Tierra en un gran bizcocho lleno de agua, conmemora su tragedia, de un tiempo aparentemente vencido, el círculo de la bestia que habita y anula las verdaderas inocentes bestias. Animales del mundo, Uníos...
Escribo junto a un río, mientras se derriba la mitad de mi casa, - propiedad privada, el largo sueño personal, espacio único, lugar reconocido desde la época de las cavernas- porque de lo contrario se desplomaría sobre mi propia humanidad y de quienes habitamos en ella, al filo de la navaja.
Durante largos años parché sus paredes como un samaritano, producto de la estafa de una constructora, que jamás aceptó los reclamos y cambió de razón social en la impunidad del mediodía, la hora en que los cuervos se instalan sus servilletas blancas en el Club Unión.
Las vigas separadas, ausencia de columnas en lugares claves de la construcción, terreno no adecuado, bloques rellenos de papel, y un sin fin de trampas subalternas, en la retórica de la supuesta viveza criolla, obligaron a una cirugía mayor, para evitar una inevitable desgracia.
LA FILOSOFIA DE LOS MUERTOS - EN EL PLANETA MÁS BELLO VIVE LA LUZ
Por Mauricio Otero
LA FILOSOFIA DE LOS MUERTOS
"La muerte no tiene sentido", decían los extintos, "¡para qué morirla!", agregaban con resignación, "más valiera nunca haber fallecido y estar siempre vivos".
Después de su rutina diaria, se juntaban a conversar, a hacer filosofía, consultando el Libro de la Vida y de la Muerte, obteniendo conclusiones atrevidas, intentando hallar la sustancia de la existencia, pero con cierta desazón hacían cuestiones tales: "¿Cómo será estar vivo? Debe ser distinto a esto..." Y echaban a volar sus sueños, mientras bebían en copas negras un mosto viejo. De madrugada terminaban tirados por cualquier parte, durmiendo con semblantes de enamorados perdidos que han luchado por el amor y no lo han encontrado.
Unos habían intentado suicidarse, dejando notas que el rocío mustio del amanecer disipaba como suaves palomas blancas de nubecillas tristes... Hasta que llegaba el sol negro alumbrando con frío sus rostros pálidos, y tiritando se despertaban penosamente e iniciaban la jornada; aunque al entrar de lleno el día, retornaban a trabajar denodadamente.
GABRIELLI IN SFUMATO
Por Rolando Gabrielli
Se nos borra el borrador de la ciudad. El eterno soldado de la calle nos pregunta: ¿a dónde vas?
El valle de Santiago es mi caverna desolada.
Punto cero. La mañana ya partió en la indefinición del copulante día. El río Mapocho sabe que atraviesa la muerte en sus aguas achocalatadas, terminales, vencidas, entremezcladas por el ano horizontal de la ciudad. Azucenas fértiles, vírgenes, toda la pasión para estas calles sin olvido olvidadas. Cactus mis amores, los parques, todo se deja casi en un closet.
Junio del 75, ni para atrás, ni para adelante, un balde rojo chorrea la sangre, los excrementos de Santiago.
La ciudad es un membrete pálido, el sello de su último velorio, destino mortal. Este paraíso perdido nos huele a bolitas de alcanfor.
En un Estado de Sitio, ya no tengo lugar.
LA CIUDAD MUERTA
Por Mauricio Otero
Me advirtieron: “En adelante, no hay camino. No vaya. No existe nada. Es una ciudad desierta, deshabitada hace mucho tiempo.” Pero no sé de qué sueños yo la recordaba, de otra era, otra vida, tal vez de un ser distinto a mí, que me hubiera imaginado. Eso la hacía aún más atrayente.
A kilómetros de ella, conseguí un caballo negro y cabalgué horas y horas. A medida que avanzaba, iba viendo las hierbas secas, los pastizales largos y descuidados, que no crecían por demasiado. El polvo y el gris del cielo, cada vez más densos…Sentía que me ahogaba y mi caballo resoplaba por el belfo, agotado. Venía el alba cuando divisé, entre una película desvelada una muralla, borrosa, irreal, fosca, impenetrable. Mi jamelgo se detuvo con terror. Tuve que tirarle de las bridas y caminar con él. Llegamos en una lenta procesión de dos solitarios desesperados, mas, tras el milagro, aunque estéril, que atrae a un alma en reciente duelo. Lentamente, en el silencio espectral, fuimos ingresando. Pude ver casas y edificios de esplendor, pero estaban cerrados y abandonados. Al centro, en la plaza de armas, contemplé con horror cerval estatuas obscurecidas de piedra: un toro con los ojos vaciados, un ciervo con una saeta clavada en su corazón, que semejaba que todavía manaba su tierna herida; me figuré una amante dejada para siempre en el bosque de la soledad.
MAPOCHO SWING
Santiago de Chile, por Raúl Hernández
Ahora el Wonder bar ha atravesado la calle / este Santiago aburre a medias y nuestras almas escuchan del desastre de Antuco / atravieso nuevamente y me voy al Olímpico donde me compro un completo mientras espero a los parroquianos / creo que esto no es una iglesia y espero ese italiano llegar con una Escudo que se comporta de manera agradable y "compadrito" me dice / me alega me dice que podría escribir de ella pero no le hago caso porque esta noche no está para teatros ni para tragedias / pero las calles están semi vacías y los borrachos botan la espuma de la chela en las veredas / eso a mi no me importa / no me importa el cura que habla en la tele / no me importa el delantero que metió ese gol que nos tendrá feliz por tres días / tampoco me importa la mitad del completo que me queda / llegan los parroquianos y hablan de la nueva novela de los poemarios de las canciones cumbiancheras reggaeton que suenan en esta fuente de soda que tanto nos agrada / no la elegimos / no elegimos escribir acerca de las fuentes de soda pero no enoja esto de que los completos se acaben / y ahora Santiago está un poco más tranquilo / sigue siendo ese vagabundo siniestro que come tallarines en la noche /
LA HISTORIA ES UN LARGO OMBLIGO QUE SE AMPUTA PARA NACER
(De mis alas azules, vuela el campanario)
Desde Nueva York, Silvia Banfield
El pequeño silencio de la historia, quizás se esté meciendo en la blanca, hirsuta barba del Tío Ho, en algún arrozal de Vietnam. En la sombra imperfecta, se puede arrodillar un imperio y bautizarse el sueño legítimo, transparente de la libertad. La noche le dio sangre a la vida, un lobo arrojó sus colmillos bajo la panza de un helicóptero sobre la tupida selva. Allí volaba el agente naranja, en su polvo letal, ciego, mortal, de largas madrugadas y amaneceres. La historia no es un reloj dormido. Hace 30 años, Saigón dejó correr la última estela de miedo en el aire, el racimo humano se voló en su pavor. Sí, estamos viendo la única filmación final, en la señal suspendida, el que se cae de sus propios miedos, y en el recuerdo todo el asombro de lo que ya no será. El país se quedará para siempre en la espalda vencida, otros nunca saldrán con vida (58 mil), locos, mutilados, algunos temblarán de por vida, odiarán a su madre, drogados vagarán por hospitales, saltarán de los balcones, asesinarán, y el stablishment crujirá en un millón de pedazos y cada partícula se incrustará en el corazón de la nación. Restos de mutilados, sin ojos, ni piernas, colgantes de sus sillas, monosilábicos, parapléjicos, acuñaron el miedo, el horror, en su humanidad vencida. Dios salía de sus gargantas, pero no fue suficiente.
TERCER MUNDO
Desde Costa Rica, Rodrigo Quesada Monge
Voula era una griega preciosa, compañera de un gigantesco cocinero turco. Ambos eran propietarios de un pequeño restaurante que se ubicaba en el sector oeste de Berlín. Bien conocido por su nombre, Tercer Mundo, el lugar era frecuentado sobre todo por intelectuales decadentes y exiliados que procedían de varias partes de América Latina, Asia y África.
Tuve la suerte de visitarlo por primera vez, cierta noche en que una pareja de amigos, él alemán y ella chilena, me llevó al sitio para que probara la comida turca. Ahí la volví a ver. La había conocido en los pasillos de la Universidad de Berlín, cuando uno de los colegas me la presentó como una de las mejores estudiantes extranjeras en esa casa de estudios. En aquel entonces yo usaba una melena hirsuta y negra, la que cuidaba como si fueran mis ojos. Fue posiblemente eso lo que le llamó la atención, porque la forma extraña y escrutadora con que Voula me revisó de la cabeza a los pies, solo pudiera haber sido atribuida al impacto que mi voluminosa cabellera le produjera. En una ocasión, en el metro, dos alemanas me pidieron un cachito de pelo. Totalmente ebrias, esa madrugada me presté a que las dos bellas muchachas juguetearan con él durante todo el trayecto de regreso a mi departamento.
Pero cuando la conocí, Voula me miró de hito en hito por un buen rato. Luego me di cuenta que había cierta atracción. Sin embargo, la noche que visité su restaurante pude percatarme también de su excelente español, el cual quería practicar conmigo en el momento en que su cocinero turco se lo permitiera.