Escáner Cultural

REVISTA VIRTUAL DE ARTE CONTEMPORÁNEO Y NUEVAS TENDENCIAS

ISSN 0719-4757
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Carlos Yusti

Cuando un escritor de ficciones novelescas escribe ensayos quizá lo hace para descansar del asedio caprichoso de la imaginación; otros de seguro lo ven como la mejor manera de hacer un paréntesis entre una ficción y otra. Solo una buena minoría de novelistas, cuentistas y poetas hacen del ensayo un refinado arte para buscarle esos repliegues, a veces sorprendentes, a la realidad, de fijar sus filias (o fobias) para comprender algunos entuertos del devenir humano. Siri Hustvedt pertenece a ese contado grupo y en sus ensayos, a través de un lenguaje sencillo y sin esa pesadez estilística del escritor quien busca exhibirse como inteligente, va tocando temas complejos para aportar algunas claridades a este presente atiborrado de tonalidades obscuras y con muchos tachones de sombras.

Hustvedt sabe que el ensayo en un género maleable donde caben la reflexiones más profundas entremezcladas con esos insustanciales requiebros personales. Por eso en una nota introductoria a sus ensayos escribe: “El ensayo personal tuvo sus inicios con Montaigne, en el siglo XVI, y continúa floreciendo hoy en día. Al igual que la novela, el ensayo es una fórmula elástica y acomodaticia. Hace uso tanto de relatos como de argumentaciones. Puede desarrollarse con rigurosa precisión o serpentear por terrenos procelosos. Su forma la determinan en exclusiva los movimientos del pensamiento del autor…”

Siri Hustvedt desde esta óptica lleva sus preocupaciones personales, obsesiones, gustos y meditaciones sobre el trabajo de escritura a la mesa de operaciones del ensayo, para diseccionar algunos asuntos donde a veces el escritor necesita fijar posición. Además en los ensayos de Siri Hustvedt se nota una diversidad de intereses como el arte, el feminismo, los mecanismo secretos de la escritura.

Uno libro que recopila algunos de sus ensayos tiene por título  Vivir, pensar, mirar dividido en tres partes: «Vivir»,  en la que explora sobre la  memoria y su decisiva impronta en el desarrollo emocional, va tras las huellas sobre el origen escandinavo de su familia, son temas infaltables sus padres y esa particular dolencia de la migraña que la ha aquejado desde joven, entre otros temas. En el segundo conjunto titulado «Pensar», se pasea por esos temas relacionados con la filosofía, la neurociencia, el psicoanálisis, la lectura y la escritura. Su preocupación sobre el cerebro y sus capacidades vendría siendo el eje principal. Y en la tercera parte, «Mirar», va directo a desmenuzar los intríngulis de las artes plásticas. En su nota introductoria aclara: “Los presentes ensayos han visto la luz a lo largo de seis años y reflejan mi deseo de abordar los distintos temas desde una perspectiva multidisciplinar, porque he llegado a la convicción de que no existe un solo modelo teórico que pueda contener la complejidad de la realidad humana”.

En el apartado “Mirar” del libro no hace una crítica rigurosa sobre determinada obra o artista, sino que va construyendo sus sensanciones ligadas a un pintor (o a una pintura) dejando ver los zurcidos profusos de sus lecturas y sus investigaciones sobre el arte. Así por ejemplo escribe acerca de Louise Bourgeois: “Antes de leer una palabra acerca de Louise Bourgeois, me fascinaba la potencia emocional de su obra, cómo removía en mí viejos pesares y miedos, cómo evocaba asociaciones complejas y a menudo contradictorias o cómo reflejaba mis propias obsesiones con habitaciones, muñecas, miembros amputados, espejos, violencia, amenazas indescriptibles, la tranquilidad del orden y la desazón de la ambigüedad. Bourgeois puede llevarte a lugares extraños y recónditos dentro de ti misma. Ése es su don”. De Goya escribe: “En Goya coexisten y se solapan distintas realidades humanas. Vemos la realidad de la pesadilla y la pesadilla de la realidad unidas por el sinsentido: la aterradora Nada que escribe sobre un trozo de pizarra la figura semienterrada y boquiabierta de la plancha 69 de Los desastres”.

El otro libro de ensayos de Hustvedt tiene un título bastante peculiar: La mujer que mira a los hombres que miran a las mujeres. Dividido en dos partes. La primera aborda cuestiones vinculadas con el arte. La segunda centra sus visiones en la condición humana  y ocho de los nueve ensayos de esta segunda sección del libro, son charlas y conferencias. La autora tratando explicar esta combinación escribe: “Soy una gran amante de las artes, las humanidades y las ciencias. Soy novelista y feminista. También soy una lectora apasionada cuyas opiniones han sido y son continuamente reconsideradas y modificadas por los libros y artículos de diversos ámbitos que forman parte de mi día a día como lectora”.

El ensayo que da título al libro, como lo explica la misma Hustvedt, es un texto “escritopara el catálogo de una exposición de Picasso, Beckmann y De Kooning que organizó la comisaria Carla Schulz-Hoffmann en la Pinakothek der Moderne en Múnich y que solo mostraba cuadros de mujeres”. En este recorrido de mujeres pintadas trata de encontrar las claves que motivan a los distintos artistas y se inicia con tres citas respectivas de cada uno de ellos sobre su arte. “Las declaraciones de los artistas sobre su propia obra son fascinantes porque nos revelan algo acerca de lo que creen estar haciendo. Sus palabras nos dan una idea u orientación, aunque esta nunca es completa. Los artistas (de toda índole) solo son parcialmente conscientes de lo que hacen. Una parte considerable de la creación artística tiene lugar a nivel inconsciente. Sin embargo, en estos comentarios, Picasso, Beckmann y De Kooning relacionan su arte con un sentimiento —con el amor en los dos primeros casos y con la impaciencia en el tercero— y, en los tres casos, las mujeres están involucradas de alguna manera en el proceso”. Proceso condicionado por muchos factores.

Otro ensayo interesante de este libro es “ El yo escribiente y el paciente psiquiátrico” que cuenta su experiencia de casi cuatro años como voluntaria en la Payne Whitney Clinic de la ciudad de Nueva York. Allí se dedicaba a ser profesora de escritura creativa de pacientes psiquiátricos. El texto tiene elementos asombrosos como para una novela. Hustvedt anota: “No sabía qué pacientes encontraría en mi aula ni qué historias escucharía. Tuve una alumna que había sido violada por su hermano y otro cuyos padres habían sido encarcelados durante la Revolución Cultural de China cuando él tenía seis años. Una mujer se había pegado fuego a sí misma. Otros alumnos llegaban envueltos en vendajes tras intentos de suicidio. Un agradable hombre entrado en años había visto marcianos verdes. Durante el tiempo que trabajé en el hospital vi dos mesías, aunque ninguno asistió a mis talleres. Tuve alumnos que habían sido vagabundos y otros que habían dejado pisos relucientes y cuentas bancarias repletas. Una alumna que había sido muy rica escribió acerca de la experiencia de dormir fuera del elegante edificio donde había tenido un piso espacioso. Tuve alumnos con doctorados y licenciaturas en Medicina y otros que habían abandonado los estudios en la secundaria. Muchos de los pacientes que asistían al taller estaban drogados hasta el extremo del letargo y este hecho, quizá más que cualquier otro, creaba la espesa y embotada atmósfera que se respiraba en el undécimo piso del hospital, una versión multisensorial de la técnica de cámara lenta que se utiliza en el cine. Todos los martes, sin embargo, al salir del aula, bajaba en el ascensor al vestíbulo y salía por las puertas del hospital sintiendo euforia. Euforia que era seguida rápidamente por el agotamiento…” En el mismo ensayo Hustvedt cuenta que uno de los ejercicios utilizados era comenzar a escribir los recuerdos a partir de la frase Me acuerdo…; inspirado en el libro del artista visual y escritor Joe Brinard. O como lo escribe la autora: “Escribir Me acuerdo una y otra vez abastece una máquina de recordar. Los procesos que generan la memoria están ocultos, pero en este contexto es interesante preguntar: ¿Quién está escribiendo?. Podría sostenerse que el ejercicio de Me acuerdo participa de lo que solía llamarse automatismo, un tema de gran interés entre los médicos y los psicólogos de finales del siglo XIX y principios del XX”. Como es lógico esa experiencia la marcó de alguna manera y por eso escribe: “No deseo a nadie la desgarradora agonía de la depresión maniaca ni los delirios y las crueles voces de la psicosis. Todos los remedios son bien recibidos, pero debemos procurar no pensar en la enfermedad mental como algo divorciado del Yo, como un poder ajeno que se abate sobre un cerebro y lo desequilibra e inunda de neurofármacos no deseados, como si no hubiera relación entre una vida vivida y la neurobiología”.

El buen ensayista es antes que nada un excelente lector y Siri Hustvedt es una lectora de excepción. Además sus ensayos tienen esa particularidad de mezclar la vida ordinaria con la lectura en un simbiosis erudita y rica en matices. Ella no ha ocultado que sus ensayos son producto de su interés lector que se dirige en varias direcciones o como ella lo apunta: “Aunque estos ensayos se han escrito a lo largo de cuatro años, son el resultado de muchos años de abundante lectura y reflexión en varias disciplinas”.

Esta mezcla de vida y literatura, de cuento, de crónica abierta y de meditación sobre lo humano convierten los ensayos de Hustvedt en una abierta invitación por la erudición sin pose ni posturas inflexibles o determinantes. Sus ensayos deleitan sin aburrir quizá recordando aquella frase de Hugo Hiriart: “El único compromiso del ensayo es no aburrir; quitando eso tiene hospitalidad de tribu del desierto y lo admite todo: el chisme, la tentativa, la extravagancia, el juego, el dicterio, la cita de memoria, el coqueteo, la arbitrariedad. Y es ilimitado: cualquier tema es bueno para un ensayo, desde la sesuda disquisición sobre la realidad política hasta la receta de cocina y la mosca de Proust que Alfonso Reyes oyó zumbar”. Sus ensayos tienen todo esos ingredientes enumerados por el escritor mexicano.

A fin de cuentas lo que busca Siri Hustvedt con sus ensayos en pensar la realidad desde sus lecturas, desde sus emociones y al escribirlos intenta de no aburrir (ni aburrirse) y solo busca de llegar a ese puerto seguro donde todo es cuestionable, incluso aquello que viene en los libros.

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