NOVELA: YO BIPOLAR. Capítulo XL
NOVELA: YO BIPOLAR.
Capítulo XL
Todos los hombres están locos y, pese a sus cuidados,
sólo se diferencian en que unos están más locos que otros.
Nicolás Boileau
Por Jesús I. Callejas
JULIA Y ROSARIO
Despierto de una pesadilla persecutoria al sonido del intercomunicador. Julia y Rosario están abajo esperando que el puente levadizo las sustraiga del foso rodeando este disfuncional potrero. El pijama sigue sobre mí, aunque aparezco nítido cuando atraviesan el dintel ardiente. Rosario es algo más alta que Julia, y que yo: ¿"Embriagado"?; y se encarga del café. Confío en ellas; no poco para un bipolar recortado según los patrones de la paranoia viandante. Siéntate aquí, Julia; déjame observarte bajo la reflexión solar: Uhm; Capua reincide al adjudicarte tintes y el tipo sigue allá afuera. Desde hace días pospongo ditirambos de fertilidad.
Julia asiente sin saber de qué hablo: Tengo que decirte, y no lo supongas un ataque, que estuvo mal haberle arruinado; jodido en realidad, y disculpa la palabra, el cumpleaños a mamá; ésa conducta es impropia de una persona como tú. Como yo… ¿Qué significa eso? No te hagas el tonto… No siento el menor síntoma de molestia por sus palabras. Rosario se inclina atenta desde la cocina con la cafetera a medio cerrar: Por favor, Julia, no es tan grave; cuánta exageración. Además, para lidiar con ese par de idiotas hermanos nuestros y, para colmo, con tía Josefa, hay que estar intoxicado.
¿No viste que si no es por la sedienta Hilda casi me acabo el vermut? Mamá es demasiado idílica y la vida es imperfecta. Ella y tú la ven en blanco y negro. ¿Y tú, Rosario, cómo la ves?, intervengo. Ella sonríe: Con matices básicamente grises…Bloqueo los párpados: Yo la vivo en sepia, la recuerdo en negativos y sueño en Technicolor. A veces en fotogramas nítidos, a veces como pasando o devolviendo páginas apolilladas…
Julia vacila incómoda: Vayamos al asunto: ¿qué sucedió? ¿Las píldoras? Quizás. Estaba bajo efecto alucinatorio inducido; entusiasta y locuaz contra toda adversidad; pero no te hallabas presente, querida Julia. No, pero Rosario me contó en detalle. Siempre ha sido así, sonrío. Se ha hecho acreedora del título de cronista de la corte del liliputiense clan. La verdad es que sí, fue planeado; quise sacudirme de encima la arrogancia de Alberto; de todas las mierdas que me ha dicho, y diciendo me lanzo desde la punta de la cama al sofá menor desde donde distingo mejor a Julia: Creo que mamá no debió desentenderse del problema; tomando en cuenta los años que Alberto lleva fastidiándome. Sí, pero en esta ocasión fuiste de un extremo al otro. Ya sé, Julia; no era el mejor momento. Cometí una falta de tacto.
Estuvo varias horas en casa de la tía; bajó cuando Marta estaba dormida. ¿No consideras infantil esta perpetua trifulca que mantienes con Alberto mientras ambos colocan a mamá, que ya es bastante mayor, en posición de árbitro? ¿Soy el infantil, entonces? Los dos. Julia, presumo que tienes memoria escurridiza. ¿Ya olvidaste los abusos y tundas de Alberto? Pero éramos niños cuando eso; es una chiquillada de ambas partes… Escucha, no voy a discutir contigo; no me quedan reservas, y volteo hacia otro montículo: Posee excelente memoria para ciertas cosas…
Rosario presenta tres tazas espumeantes, se acomoda junto a su hermana, sopla la humareda en miniatura, nos observa y bebe. Satisfecha, agrega: Cumpleaños o no, Alberto es un imbécil. Y esas ínfulas de sabiondo; Marta, la pobre ni a eso llega, y la tía posee pocos vestigios humanos. No seas despiadada, y, ya hacia mí, Julia comienza a inquietarme con repeticiones hasta llegar al colofón: Eres un tacaño afectivo. Esa es buena, Julia. ¿Te has molestado en venir hasta acá para amonestarme?, dejo la taza vacía en la mesita entre ambos sofás. No, la principal razón es decirte que mi intervención quirúrgica será mañana. Te deseo suerte, pero no quiero ir, me defiendo. No te pido eso, sólo comunicártelo. Aunque no lo demuestres sé que te preocupa, y el flashazo le aporta a su retrato tres cuartos cierto salobre pespunte.
¡Por supuesto que me preocupa!, aseguran mis manos exaltadas a punto de estrangular las suyas en cariñoso forcejeo. Julia, pestañas que son caimanes devorando dos gacelas enteras; los castaños rizos se dicen, no culebras de Gorgona sino interminable pitón descendiendo contras los saurios. Es la oportunidad de que disponen tus ojos para escapar ilesos en total final mirada contra los atacantes. Salta sin miedo sobre la corriente turbulenta que aquí te recibo. A Rosario esto le causa gracia, a Julia confusión, a mí tristeza.
Perdona, es el efecto de las píldoras, y al decir me levanto para cambiarme... Suena un porrazo en la puerta. Huy, huy, es ella… ¿ya son las diez? ¡Por favor, váyanse! Está imposible en estos días. Tienes que presentarla, sonríe Rosario. Sí, ahora la verán de salida… Vestido rápidamente con mi uniforme hago una señal de silencio, llegando inquieto a la puerta. El ceño de Amelia, de tan fruncido, es idéntico a pliegues de acordeón minero; sus ojos, trozo de asbesto cincelado aprisa; la boca coloca entrecomillados a la inocua frase: Buenos días. Inquietud que se acrecienta: Buenos días, Amelia. Te presento a mis hermanas Julia y Rosario. Ambas se levantan, pero Amelia ha dado a entender que no es su intención saludar con besos o apretones de manos.
Dos Buenos días y un Hola desde lo alto describen a dos mujeres frente a otra y un hombre separado por la butaca de refugio. Rubí, ojo de tigre, ónix versus vidrio de fusibles incendiados. A usted la conozco, apunta a Rosario secamente. ¿De dónde, querida? No creo que frecuentemos los mismos "sitios". La he visto…Ah, ¿será que me has visto cuando he visitado a mi hermano?, indaga con benevolente gesto. Así es; pero como sabemos él es bastante misterioso. Que una claraboya se abra tragándosela. ¿Sabemos? ¿Quiénes? Porque yo nada sé, aclara Rosario dando un pestañeo cargado de malicia. Bueno, ha sido un breve pero revelador placer conocerte.
¿Nos vamos?, se voltea hacia Julia que no ha dejado de estudiar a la vecina como si contemplara a una posesa. Se genera un extraño nudo entre ambas y Amelia al intentar salir y ella entrar. Sigo frente a la ventana cuando el auto se escabulle bajos los pies del hombre en lontananza. Aja, parece el Coloso de Rodas. Amelia, me incorporo pasada la sesión sexual de esa tarde: ¡Es el colmo, el colmo que sientas celos hasta de mis propias hermanas! Habría que saber si de veras son tus hermanas y no un par de putas, cae la cabeza desnuda en prólogo finito al torso.
Esta mujer es demasiado para mí. Es la primera vez que utiliza en mi presencia semejante lenguaje. ¿En qué me he metido, queridos dioses? ¿Cómo se llama la que habló conmigo? Bueno, la única, porque la otra ni siquiera abrió la boca; tan pálida y silenciosa parecía un fantasma. Una maleducada. La que habló contigo se llama Rosario. El “fantasma” es Julia.
Los ojos de Amelia suenan provocativos: ¿Rosario? Antipática, arrogante. Bueno, si eso crees no es mi función convencerte de lo contrario. No hay día que no repita: ¿Qué tal si nos mudamos juntos? Hay que pensar en el futuro. ¿El futuro? Inútil responderle. Agobiante, deshidratante. He considerado seriamente pedir un traslado a otra unidad para librarme de lo que hoy hilvana y teje en esta gruta mi futuro. Quizás en otro edificio me espere su clon…
Escucha atentamente Rosario: sólo abarca desconcierto de pantalla un primerísimo plano de tus ojos esculpidos en azul por el barroco Tíber… Pero, no queda tiempo: el renacentista Arno reconstruye la verdeada mirada de Julia… Sucumbo en somnolencia… Ojos monstruosos empañan el paisaje… Primerísimos primeros planos, fragua y añil, alternados en frenético montaje “a la rusa”; no, mejor a lo Abel Gance. ¡Mira, mira! Un ejército quieto sobre nuestros pobres pelos… No, son miles de impares botas abandonadas… ¡Y, bajo nuestras desnudas, por enaltecidas, plantas el tibio cadáver de una vestal! La piel comienza a enmohecer; no hay tiempo de besarla… Montículos de musgo. Exaltada jaqueca; curioso: siento paz.
Continúa en el próximo número de la revista.
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Fuente de la imagen: Imagen de dominio público.
Novela Yo bipolar, de Jesús I. Callejas, publicada en formato digital en http://www.bookrix.com/_ebook-jesus-i-yo-bipolar/
Fecha de Publicación: 01-21-2013
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Jesús I. Callejas (La Habana,Cuba, 1956) Estudiante de múltiples disciplinas -entre ellas historia universal, historia del arte, literatura, teatro, cine, música-, afortunadamente graduándose en ninguna al comprobar las deleznables manipulaciones del sistema educativo que le tocó sortear. Por ende: No bagaje académico. Autodidacta enfebrecido, y enfurecido; lector de neurótica disciplina; agnóstico aunque caiga dicho término en cómodo desuso; más joven a medida que envejece (y envejece rápido), no alineado con ideologías que no se basen en el humanismo. Fervoroso creyente en la aristocracia del espíritu, jamás en las que se compran con bolsillos sedientos de botín. Ha publicado, por su cuenta, ya que desconfía paranoico de los consorcios editoriales, los siguientes libros de relatos: Diario de un sibarita (1999), Los dos mil ríos de la cerveza y otras historias (2000), Cuentos de Callejas (2002), Cuentos bastardos (2005), Cuentos lluviosos (2009). Además, Proyecto Arcadia (Poesía, 2003) y Mituario (Prosemas, 2007). La novela Memorias amorosas de un afligido (2004) y las noveletas Crónicas del Olimpo (2008) y Fabulación de Beatriz (2011). Reseñó cine para revistas impresas, entre ellas Lea y La casa del hada, y publicaciones digitales. Recientemente ha publicado los trabajos virtuales Yo bipolar (2012) (novela); Desapuntes de un cinéfilo (2012-2013), que incluye, en cinco volúmenes, historia y reseñas sobre cine; Arenas residuales y demás partículas adversas (2014) y Los mosaicos del arbusto (2015), ambos de relatos, así como el primer volumen de la novela Los míos y los suyos (2015).
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