LAS CLASES DE TERESA ALCAINO

Coreógrafa, interprete profesora de danza y vida.

Por Vicky Larraín

Tranquila Teresa Alcaíno nos traspasa el trabajo de Brumachon, caminen suban lento la polera y allí quedas, senos al aire, no hay venda, sensaciones sublimes a lo largo y ancho de este rito de gestos y movimientos diversos. Cada quien a lo suyo, pienso, sin censura sin habla, sin decir esta boca es mía, la frase no me gusta es un prejuicio que envenena, dejemos al ser en paz. El reloj se detiene, las agujas se mueven rápido hacia atrás, hacia un pasado presente que ella me trae, atravesando mi camino, dado un pequeño gran salto, quedando a la vista en la rama mas alta, allí en mañanas de las que te alegran, la veo, manteniendo el equilibrio a costa de su inquebrantable voluntad, apareciendo firme, rápida, figura pequeña de niña adulta emerge su personaje, que le da sentido a mi obsesión por volar. Los rayos a la velocidad de la luz parecen sostenerse en algún campo magnético, a su alrededor los mendigos con abrigos largos de algún invierno lejano, extienden la mano agresivos demandantes en contraste con su delicadeza a quien el movimiento le sale natural.

La vida en Rosa y en Negro, obra de contrastes, de situaciones adversas donde la oscuridad tiene un rol importante, recibe a Teresa 1986, me sorprende manteniendo ese irradiar que la caracteriza, siempre buscando el movimiento perfecto, destaca por esa mirada fija en sí misma, por sonreír en los momentos más difíciles, por darle animo a lo inanimado. En Los Ruegos trabajo de ese maestro que ella valora, ruega de verdad, arqueando el torso hasta el infinito, subida encima de un grupo de gente, esa la impresión que esparce con el don de aquel que habla desde dimensiones desconocidas, cantando te amare, entremedio de ruegos franceses que quizás comprenden el porqué de esta tierra de venas abiertas, la sigo, cada detalle cada acción sostiene la interpretación de la obra.

Se detiene en el Vaho en los huesos, su trabajo, su impronta, siente el vacío, difícil de amedrentar, Teresa recorre su cuerpo con rayos láser y cenizas, las que van quedando después de tanto tiempo de moverse y volver a hacerlo, pero no es fácil dice, comenta, mientras dirige a esta u otra interprete. Mientras al igual que muchos busca espacios donde crear, mientras, no se amilana, aunque el río se seque, lejos sentada en algún desierto desde allá hace señas, figura perdida parece gritar en silencio ¿Y qué saco con el cuerpo? vocifera, como si con esa frase, dijera tanto más.

Uno sale de sus clases en un estado diferente, con deseos de seguir escuchando la metáfora en la cual penetra para enseñar.

Es asistir a una clase de filosofía del movimiento, nada se le escapa, su cuerpo se dobla de repente y de pronto estará subida en los hombros de alguno de sus colegas, para improntarse en la pared sin esfuerzo o casi. Tranquila Teresa Alcaíno, trabaja hoy en el espacio Nimiku, me encanta dar clases, vibro con ello, es vida pura, necesaria, no importa cuantos sean los alumnos, allí estaré para ellos, mostrándoles el camino del cuerpo. Menuda la Tere, se desplaza segura en el espacio, se transforma al danzar, y su fuerza atraviesa los poros.

Ensayo de la Compañía Danza En Cruz, guiado por la coreógrafa Teresa Alcaíno.