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REVISTA VIRTUAL DE ARTE CONTEMPORÁNEO Y NUEVAS TENDENCIAS

ISSN 0719-4757
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"Como un escritor admirable se convierte en un ciudadano lamentable"
(V. Teitelboim)

 

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La primera versión de este artí­culo la escribí­ en el año 2003 para la Revista LAOJA de Rosario, Argentina. Y, sin dudas, fue una versión para argentinos o por lo menos así­ la sentí­, ya que también la escribí­ cuando pasaba las tardes por Palermo Viejo en Buenos Aires. Hoy he querido publicarla en esta revista, en este Chile, con las circunstancias actuales, con los cambios que ha procurado el destino, y en un tiempo donde la hora de la espada se ha llevado a los dos protagonistas de esta historia. Como todos los mortales (siempre intento imitarlos) sufro cuando los dí­as de lluvias se extienden más de la cuenta, pero sufro mucho más con el calor. Es que mi espí­ritu gélido se acomoda con mayor gracia a su naturaleza y, muy por el contrario, (como es de suponerse) no soporta la ruin cabalgata de un Helios rabioso y sin pudor. Y estas últimas semanas el calor ha cubierto con su fuerza amarilla todas las cosas, generando entre cada objeto, entre cada molécula, un manto intolerable que desenfoca todo, haciendo borroso todo lo visible. De sólo pensar en mencionar la pesadez de los objetos, mis manos no resisten el peso de la lapicera (birome), que en cada lí­nea inútil de estas palabras, hace que el roce inflame la hoja que se entrega con una sequedad parecida a la de los graznidos de los cuervos. Evidentemente mi cuerpo es parte de esta danza desagradable y cancina de los objetos atados a este profundo calor, ni siquiera puedo abanicarme con algo, porque todo aire que se genera es ardiente, infinitamente ardiente y me hiere más que la angustia persistente de la soledad. Busco en cada habitación un lugar que me permita concentrarme en otra cosa que no sea respirar, el sudor hace presa de mí­ y mis sienes se agitan al ritmo de algunas obras de Tchaikovsky. En fin, todo es desagradable, profundamente desagradable… y agobiante. Sólo me queda revisar la sala sur, esa donde está la biblioteca, la que su ventana colinda con el gallinero (que, por cierto, no existe) y donde el cacareo de las aves hace imposible concentrarse, quizás es por eso que leo tan poco. Me cuesta un mundo avanzar en medio de la pesadez, mis pies apenas pueden levantarse del suelo para iniciar un nuevo paso, pero luego de siglos logro llegar a la habitación. La pesada puerta de hierro está frente a mí­ y no sin poco esfuerzo logro abrirla. Inmediatamente una ráfaga de aire fresco me golpea el rostro, la biblioteca está sutilmente fresca, sospechosamente dirí­

Fotografí­a de Pedro Meyer

 

 

Al fondo, en el sillón de cuero, me espera un hombre que se deleita con el cacareo de las aves, mientras apoya sus dos manos sobre un bastón que al final de su curva está rematada con la figura de un minotauro. Serí­a un mentiroso si mencionara que no conocí­ al hombre, era Jorge Luis Borges, pero intenté hacerme el distraí­do, porque sospeché a lo que vení­a así­ que dejé que él hablara. Me saludó cordialmente y recordó aquella vez que utilicé su sillón-trono en el restaurante "El Preferido" de Palermo… por mi parte, lo halagué hablando de su obra, con frases relamidas y repetidas hasta el cansancio (ya no hay nada nuevo que decir de la obra del escritor), de su infinita profundidad, de sus composiciones para tangos, de sus misterios, de sus poemas, de su prosa, entre otras cosas. Incluso nos dimos tiempo para recordar el episodio de cuando fue nombrado "Inspector de aves y conejos" por Juan Domingo Perón para denigrarlo (a propósito de las gallinas). í‰l, incluso, continuó recordando por mucho tiempo otros episodios inéditos y francamente memorables… hasta que llegó donde sospechaba: LA CASA DE ASTERÓN; inmediatamente le cambió la cara, su sonrisa perdida nunca estuvo tan lejos, sus ojos ausentes, extrañamente se clavaron en los mí­os y me dijo: "Son muchos los que han utilizado el nombre de LA CASA DE ASTERÓN en sus boludeses, demasiados dirí­a yo, pero no los culpo, se asombran con poco, como todos los mortales, delicados y sin la extirpe del profeta o de la espada. No, a ellos, definitivamente no los culpo, los perdono cada vez que puedo, una y otra vez. Pero con usted la cuestión es diferente, discúlpeme, pero no puedo perdonarlo, bajo ninguna circunstancia. Es aberrante su actitud, es como si yo pretendiera vivir en alguna pintura suya, no señor, no lo puedo perdonar". Borges estaba como loco, aunque pretendí­a no perder la calma; yo, en cambio, me indigné y no pude evitar mencionarle que si viví­a en esta CASA DE ASTERÓN, no era por voluntad propia, además ni siquiera era la casa original, sino otra, algo parecida a la casa de campo de Asterión, esa hecha con las sobras de la otra (lo aclaré hace mucho en otro escrito), y más que una casa o morada, para mí­ ha sido una prisión. Luego agregué que si í­bamos a hablar de pecados o errores, era cuestión que recordara el año de 1976 cuando viajó a Chile a abrazarse con Augusto Pinochet Ugarte. Borges acusó el golpe y bajó la cabeza mientras mencionaba: "Está bien, tiene razón, no hablemos más del asunto, por mí­ está bien que viva en esta casa, es más, me alegro, es toda suya". Con el carácter misántropo que a veces me caracteriza, le digo que aprovechemos la oportunidad y recordemos, aunque sea brevemente, ese funesto episodio. í‰l se apega al respaldo del sofá, se toma un agí¼ita de yerbas, mientras yo me sirvo una ginebra y le digo que me escuche y me corrija si me equivoco, él baja los hombros, cierra los ojos y mira hacia el techo –déle- me dice, y yo comienzo.

 

 

 

 

Ideas sueltas

No puedo negar que cada vez que veo las fotografí­as donde Jorge Luis Borges estrecha la mano de Augusto Pinochet Ugarte, me recorre una sensación parecida a una arcada. En un round tan atávico como poco imaginario se encuentran: en una esquina el dictador-titiritero y en la otra el escritor-marioneta que, sin dudas, a esas alturas estaba completamente ciego. Muy pocos recuerdan este episodio, la mente a veces se bloquea para protegerse de los disparates y, en muchos casos como éste, arrasa con los recuerdos para poder seguir existiendo en relativa armoní­a con la gran consciencia universal. Es así­ que algunos dí­as de septiembre (siempre septiembre) muchas personas hemos intentado olvidar voluntariamente, pero por alguna extraña razón siempre aparece un pelmazo como yo para romper con el esfuerzo. Fueron 8 dí­as solamente, y muchos dirán cuestionando la cifra: ¿qué son 8 dí­as en la vida de un hombre? Pero esta vez concuerdo profundamente con Kundera con respecto a eso de la levedad. Todo comenzó cuando Borges baja del avión en el aeropuerto Pudahuel de Santiago de Chile (ese que habí­a despedido a tantos que partí­an al exilio) el dí­a miércoles15 de septiembre de 1976 un poco más tarde de las 18.00 horas, vení­a a Chile a recibir un Doctorado Honoris Causa otorgado por la Facultad de Filosofí­a y Letras de la Universidad de Chile. El aire frí­o de septiembre militarizado, seguramente se entibió con la llegada del vate, quien se encuentra con un paí­s muy parecido a sus propios cuentos e historias, donde LA CASA DE ASTERÓN, EL ALEPH, ARGUMENTUM ORNITHOLOGICUM, la HISTORIA UNIVERSAL DE LA INFAMIA, EL SUR, EL INMORTAL y LAS RUINAS CIRCULARES coexistí­an en una mala copia indigna y pegada a la fuerza por el dictador. A su espera, en una comitiva del absurdo lo recibí­a el Vicerrector de Extensión y Comunicación de la Universidad de Chile, don Ricardo Alegrí­a.

Hay que señalar que Borges fue un tipo que siempre nadó en contra de la corriente, fue un anarquista de esos convencidos que no se dejan seducir ni por la izquierda ni por los del otro lado, aunque para ser justos, él estaba más cercano a las huestes militares que a ninguna otra cosa y nosotros los sudacas hemos vinculado lo militar con lo derechista (nuestra historia nos obliga) así­ que podrí­amos decir que Borges nadó en contra de la corriente, de la corriente que iba hacia la izquierda. Esta impronta anarquista fue legada por su padre así­ como su gran amor por los libros y su ceguera, entre otras cosas. Incluso él señalaba, en su recurrente discurso í­ntimo, la vez que su padre le pidió que observara muy bien a los soldados, los uniformes, los cuarteles, las banderas, las iglesias, los sacerdotes y las carnicerí­as, ya que todo esto iba a desaparecer un dí­a. Es más, un dí­a declararí­a: "Yo descreo de la polí­tica no de la ética. Nunca la polí­tica intervino en mi obra literaria, aunque no dudo que este tipo de creencias puedan engrandecer una obra. Vean, si no, a Whitman, que creyó en la democracia y así­ pudo escribir Leaves of Grass, o a Neruda, a quien el comunismo convirtió en un gran poeta épico… Yo nunca he pertenecido a ningún partido, ni soy el representante de ningún gobierno… Yo creo en el individuo, descreo del Estado. Quizás yo no sea más que un pací­fico y silencioso anarquista que sueña con la desaparición de los gobiernos. La idea de un máximo de Individuo y de un mí­nimo de Estado es lo que desearí­a hoy". (Selección de H. Martí­nez. La Insignia). Esa es la idea de Borges sobre el Estado y la polí­tica en general… está bien… consensuemos (aunque sea por imposición) que el escritor argentino era anarquista, pero yo le agregarí­a además que era un iluso en estas materias, incluso 30 años antes de su viaje a Chile habí­a expresado: "Las dictaduras fomentan la opresión, las dictaduras fomentan el servilismo, las dictaduras fomentan la crueldad; más abominable es el hecho de que fomentan la idiotez…". Entonces podrí­amos sumar algún adjetivo más… sin comentarios.

 

Lleve su postal

A pesar de todos sus discursos en contra de las dictaduras igual viajó a Chile para dejarse manipular por el general. No hay que soslayar que una de las tantas maneras que tuvo el vate para escribir fue colocarse en el "otro" lugar, recuerden que habló del minotauro como minotauro, como un animal antropozoomorfo extremadamente cándido. Ahora, el propio escritor caí­a en la candidez de ser utilizado por Pinochet. Conoció un Chile de postal; lo llevaron donde convení­a llevarlo, él quiso pasarse al bando de los ignorantes, e ignoró. Ignoró lo evidente, lo dramático, lo bestial de este Fuhrer sudaca. Borges... ¡culpable!, culpable por ir en contra de la corriente; culpable por dejarse atrapar por el lobo; culpable por no haber defendido su estirpe de genial creador. Bajó a los infiernos y su mano ciega se estrechó con la sangre chilena, no por la que corrí­a por la venas del chacal, sino por la que corrí­a por su piel, por su exterior. Borges ¡qué has hecho! Está bien que no haya sido un tipo que quisiera la democracia (yo tampoco), pero cruzar esa pequeña y tenue lí­nea que separa la obsecuencia de la tolerancia es inadmisible, no, señor, no hay caso para entenderlo, aunque, para ser franco, comparto su proclama en torno a eso tan sobrevalorado llamado democracia: "Para mí­ la democracia es un abuso de la estadí­stica. Y además no creo que tenga ningún valor. ¿Usted cree que para resolver un problema matemático o estético hay que consultar a la mayorí­a de la gente? Yo dirí­a que no; entonces ¿Por qué suponer que la mayorí­a de la gente entiende de polí­tica? La verdad es que no entienden, y se dejan embaucar por una secta de sinvergí¼enzas, que por lo general son los polí­ticos nacionales. Estos señores que van desparramando su retrato, haciendo promesas, a veces amenazas, sobornando, en suma. Esto no lo digo contra ningún polí­tico en particular. Digo en general, que una persona que trate de hacerse popular a todos parece singularmente no tener vergí¼enza…" En un carrerón meteórico y planificado al dedillo viajó por un Chile santificado, un Chile que se hizo fanático del escritor, donde las personas obedientes vaciaron las librerí­as e intentaron leer la obra tremenda del escritor argentino, olvidando por completo que ya nadie sabí­a leer, y los pocos que quedaron con el don viví­an en la vorágine de la huí­da… Ah, Chile, que lindo que es, y que lindo se vio con todos los chilenos con un libro en la mano, fingiendo que leí­an en las plazas y parques, en los taxis y micros (colectivos), en la cotidianeidad… que lindo, todo un espectáculo, todos fingieron para que los viera un ciego, todos fingieron. Y Borges fue llevado a encuentros con la intelectualidad criolla donde faltó la intelectualidad; se fundió con escritores herederos de Huidobro los cuales nunca estuvieron, Para sanear la situación los burócratas y funcionarios se disfrazaron de intelectuales y escritores, el problema fue que en su disfraz se veí­an demasiado bien (eso los delató). Borges pecaba con su obsecuencia, sólo sonreí­a y seguí­a el juego con una paciencia infinita, como un humano dentro de una pecera. Quizás lo más relevante para él, fue el encuentro con su amiga y escritora Marí­a Luisa Bombal (la de los disparos, también escribí­ algo sobre ella en algún momento) la cual irrumpe en una conferencia que daba el vate en el Hotel Sheraton San Cristóbal el dí­a 18 de septiembre (dí­a de la independencia chilena). Inmediatamente el argentino se retrotrae y recuerda los albores de su juventud cuando sólo era "Georgie" y recorrí­a todo Palermo del brazo de la chilena.

Luego se volverí­an a ver en casa del escritor Enrique Lafourcade que en un acto de rebeldí­a organiza en su casa un encuentro de escritores de verdad con el argentino. Ahí­ Borges se siente como en casa, lo rodean su amiga del alma, el anfitrión y Nicanor Parra que no le cabe en la cabeza que Borges pueda ser anarquista como él. Esa noche se valen de recuerdos como del supuesto amor de Borges por la prima de la Bombal, Susana… en tiempos tan pretéritos como Asterión. O del intercambio de corbatas que alguna vez efectuaron con Parra en Nueva York, sin dudas una gran noche que estuvo acompañada de langostinos (uno de los platos preferidos de Georgie), pollo al horno con champiñones y crema de acelga. Definitivamente Borges se comporta como humano, aunque públicamente defiende y avala a los inhumanos. Pero, a pesar de su visión sobre la polí­tica, se dejó embaucar por los polí­ticos de uniforme (cuestión más grave) y no sólo se llevó el doctorado, sino también fue condecorado por el Gobierno de Pinochet con la Orden al Mérito Bernardo O’Higgins en el grado de Gran Cruz. Hasta ese momento era una vez más el gran candidato a ganar el Nóbel, pero ese nefasto suceso hizo que lo borraran de la lista. Incluso Arthur Lundkvist (miembro de la Academia Sueca) confesó tiempo después haber sido "un tenaz opositor a la concesión del premio a Borges por su apoyo al régimen de Pinochet".

 

De la ciénaga al pantano total

Borges, cómo te traicionó tanto tu instinto anticomunista, cómo hizo aflorar en tu boca esas palabras de loa para el Chile de esos tiempos, en ese nefasto discurso pronunciado en el salón de Honor de la Casa Central de la Universidad de Chile frente al rector delegado Agustí­n Toro: "Hay un hecho que debe conformarnos a todos, a todo el continente, y acaso a todo el mundo. En esta época de anarquí­a sé que hay aquí­, entre la cordillera y el mar, una patria fuerte. Lugones predicó la patria fuerte cuando habló de la hora de la espada. Yo declaro preferir la espada, la clara espada, a la furtiva dinamita. Y lo digo sabiendo muy claramente, muy precisamente, lo que digo. Pues bien, mi paí­s está emergiendo de la ciénaga, creo, con felicidad. Creo que merecemos salir de la ciénaga en que estuvimos. Ya estamos saliendo, por obras de las espadas, precisamente. Y aquí­ ya han emergido de esa ciénaga. Y aquí­ tenemos: Chile, esa región, esa patria, que es a la vez una larga patria y honrosa espada". A qué ciénaga te refieres Borges, si estuvimos décadas nadando en la putrefacción de los muertos aniquilados por esa espada que tú bendices, sólo por el hecho de pensar diferente, sólo por el hecho de soñar libremente. Miles de libros fueron quemados, miles de hombres sacrificados con el fragor del metal... la ciénaga se transformó en un océano de vací­o inculto, inmoral e insensible. No, Borges, no salimos, al contrario, caí­mos, como lo argumentó torpemente el mismo general que te dio la mano: "Estábamos al borde del abismo y hemos dado un gran paso hacia delante". Realmente 8 dí­as pueden ser suficientes para un gran error, 8 dí­as pueden ser una eternidad. Borges abandonó la patria militar el 22 de septiembre a las 13.15 horas, no sin antes reunirse con Pinochet ese mismo dí­a a las 10.00 horas en el Edificio Diego Portales (el Bunker chileno), se despidió de Chile y del Premio Nóbel. Borges se quedó sin el Nóbel o el Nóbel se quedó sin Borges, qué más da. Porque Borges siguió viviendo y nos siguió cautivando. Y el episodio con el general del Banco Riggs su memoria optó por olvidar, de hecho en una entrevista que concedió a Abel Posse tuvo que solicitar la ayuda de él para recordar el apellido del dictador, cuestión muy extraña dentro de la claridad mental que acompañó a Borges a su tumba. Pero la historia cuenta que no sólo olvidó su estupidez, sino que luego se arrepintió; su viuda, Marí­a Kodama expresarí­a sobre su tácito apoyo a los regí­menes de Pinochet y Videla: "Se debieron a un momento determinado de la historia, porque Borges nunca dejó de decir lo que sentí­a por miedo a las consecuencias, pero luego terminó arrepintiéndose y así­ lo expresa en sus diarios". Además siempre consideró que el reconocimiento fue otorgado por los chilenos.

Estampillas de correos de la República Argentina, año 2000. Ilustración de Hermenegildo Sabat. Diseño de M80 Grupo de Diseño. Letra Viva S. Buenos Aires. 1999.

 

Sobre el Nóbel que nunca fue una gran preocupación para él, señalarí­a: "Si me lo dan este año seré uno más en la larga lista, pero, si no, me convierto en un mito escandinavo, en ese hombre que siempre se presentaba y no se lo daban y prefiero ser el mito". Con su habitual ironí­a señalarí­a también: "Creo que los suecos tiene razón. Yo no tengo ninguna obra que justifique el premio Nóbel" (malditos suecos). Y sigamos: "Desde 1899, año en que nací­, la Academia Sueca ha respetado rigurosamente la tradición de no darme el premio Nóbel. Sospecho que es más lindo y sorprendente elegir a un personaje pintoresco. Rabindranaht Tagore, por ejemplo, con turbante, vestido de celeste y con una barba blanca, aunque supiera que lo escrito por él no era para tanto".

Pero el Borges que me interesa (al que perdono) es ese, el de la ironí­a, ese es el que me seduce, el distraí­do por las circunstancias, el que prefirió vivir mirando el pasado entre libros vernáculos, "el otro" Borges, el del mí­tico Buenos Aires, el de Palermo, el de "El Preferido". Ese, el contradictorio, el que luego de años recibirí­a a las Madres y Abuelas de la Plaza de Mayo. Yo quiero a ese Borges, ese que lleva en sus venas la sangre de la estirpe real de Buenos Aires, esa consigna poderosa grabada en su sien, porque así­ como Vicente Huidobro (ya hablaremos de él en alguna oportunidad) debió ser el Rey de Chile, Jorge Luis Borges debió ser el Rey de la Argentina.

 

¡Aguante Borges!

 

Fuentes:

- Proyecto Wikipedia. www.wikipedia.org
- Artí­culo "Notas para un biografí­a polí­tica de Borges". Horacio L. Martí­nez. La insignia. México. Junio de 2006. www.lainsignia.org
- Artí­culo "Por qué Borges no recibió el Premio Nóbel". www.infobae.com
- Artí­culo "Borges oral. Prejuicios y opiniones controversiales". Álvaro Sarco. Octubre 2006. http://letras-uruguay.espaciolatino.com
- Artí­culo "El dí­a en que Borges perdió el Premio Nobel". Carlos Maldonado R. http://sololiteratura.com
- Artí­culo "La visita de "César" Luis Borges". Enrique Lafourcade. Revista Qué Pasa. 23 de Septiembre de 1976.
- Artí­culo "Borges, el fantasma y el nombre". Osvaldo Mario Picardo. www.letralia.com
- Artí­culo "¿Por qué a Borges no le dieron el Nóbel". Rubén López R. http://lacasadeasterionb.homestead.com

Agradecimiento a Marí­a Eugenia Godoy por corregir este texto.

Hola. Leí un poco de la nota hasta que noté con espanto la palabra "boludeses", una persona con educación, que hablara de Borges y su obra, no debería permitirse un espanto gramatical como ése

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