Escáner Cultural

REVISTA VIRTUAL DE ARTE CONTEMPORÁNEO Y NUEVAS TENDENCIAS

ISSN 0719-4757
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MADRES LITERARIAS
Como es lógico a la memoria de mi madre


Carlos Yusti


Madre hay una sola, pero madres literarias hay en cantidad y no tan santas e inmaculadas como nuestras madres reales. Las madres literarias suelen ser un tanto excesivas y esto quizá cautiva en muchos lectores.

La madre por antonomasia está en la novela La madre de Máximo Gorki. Cuando se milita en un partido, de lo que antaño se llamaba de izquierdas, no leer esa novela era casi una traición a los ideales del partido. La novela cuenta, a grandes rasgos, el nacimiento de conciencia revolucionario de Pelagia (conocida como la madre), cuyo hijo Pavel es dirigente de la fábrica donde trabaja. Hoy sin duda la novela tiene los aditamentos del maniqueísmo más burdo, pero leerla en plena efervescencia juvenil y contestataria produce un deslumbramiento como pocos.

Otra madre a tomar en cuenta es Úrsula Iguarán, la mítica matrona que con su esposo José Arcadio Buendía, funda el iluminado y mágico Macondo de García Márquez. En la novela cien años de soledad se le describe como; “Activa, menuda, severa, aquella mujer de nervios inquebrantables, a quien en ningún momento de su vida se la oyó cantar, parecía estar en todas partes desde el amanecer hasta muy entrada la noche, siempre perseguida por el suave susurro de sus pollerines de olán. Gracias a ella, los pisos de tierra golpeada, los muros de barro sin encalar, los rústicos muebles de madera construidos por ellos mismos estaban siempre limpios, y los viejos arcones donde se guardaba la ropa exhalaban un tibio olor de albahaca”.

Mi madre preferida es la de Bertolt Brecht en su obra teatral “Madre coraje”. El personaje lo tomó Brecht de una novela picaresca de H. J. Ch. von Grimmelshausen, del siglo XVII: La pícara Coraje. En la novela el personaje se mueve en la histórica Guerra de los treinta años. En la obra teatral transita en los escenarios de la Segunda Guerra Mundial en Alemania. En esencia el personaje es el mismo: una mujer sin escrúpulos que busca sacar provecho de la guerra, aunque el precio sean sus tres hijos; uno que es soldado, otro sin mayor relevancia y una hija muda. Todos coinciden, y sobre todo los actores, en considerarla más que una madre es una soberana hija de puta. Quiere a sus hijos, pero estos no serán los impedimentos para que avance y haga sus negocios, su coraje radica en ese don instintivo para sobrevivir por encima de todo y de todos.

Esta madre brechtiana me recuerda a esa otra madre, de también una obra teatral, de Albert Camus, El malentendido. El hijo retorna al seno familiar (su madre y su hermana) después de muchos años. Con dinero suficiente aspira ayudarlas, pero estas ni lo recuerdan. Madre e hija atienden una posada y el hijo se hace pasar por cliente, a la espera del momento oportuno para revelar su identidad. Lo absurdo y horrible es que tanto la madre y la hija asesinan a los huéspedes para robarlos y reunir el dinero suficiente para empezar una nueva vida. El hijo correrá la misma suerte que otros huéspedes. En un momento de la obra la madre reflexiona: “Las viejas desaprenden, incluso, a querer a un hijo. El corazón se desgasta”.

Una novela esplendida y con un tono poético no exento de crudeza es Una madre rusa de Alain Bosquet. En la novela la madre es solo memoria, es al mismo tiempo un viaje al pasado y al presente para desentrañar ese bosque espinoso en el que se convierte la relación madre e hijo. La madre claro está es dominante y con esa ternura contante de bisturí intenta de cortar como un figurín al hijo ideal. Hay un juego de edípicos contrastes en novela que se pasea por la admiración, la paciencia yal final esa ternura con los pies en firmes en la tierra para desentrañar esa figura clave en la vida de cualquier hijo. Casi al final el protagonista hace un recuento de las frases emblemas de su madre: “Póstumamente, una madre siempre tiene razón, ya verás”, “No te reprocho nada, hijo: eres perfecto porque soy tu madre”. Ves, transformo tus palabras en literatura: no tengo otra función. Ahórrame el infierno de la ternura”.

Mi madre no tiene nada de literaturesco. Fue mujer peleadora y despertó pasiones a su paso. Era enérgica, pero siempre apretó y aflojó el puño en los momentos cruciales. Como toda madre siempre quiso lo mejor para mis tres hermanas y para mi. Afianzó mi pasión por los libros. Nunca la vi retratada en las madres literarias, pero también su vida tuvo momentos extraños y mágicos. Murió cuando mi segundo libro estaba en la imprenta y siempre llevo conmigo esa incógnita de lo que habría opinado de mi escritura.

Los personajes de la ficción literaria tienden un puente hacia realidad acartonada que se vive a diario, por suerte otros personajes esperan, otras historias aguardan para sentir la vida como esa metáfora que comprime la vida en una página, un párrafo o en una frase. La vida, claro, requiere de muchos folios (la mayoría desechables) para escribirse. La palabra bella, para mi madre es más que suficiente. Bella en vida y en mi recuerdo.


 

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