IDENTARIO DE UN HEROE PATRIO A ver si las cenizas sirven, al menos, para los cimientos
IDENTARIO DE UN HÉROE PATRIO
A ver si las cenizas sirven, al menos, para los cimientos
Por: Carlos Osorio
clom99@gmail.com
Soberbia que se plasma idiotizando ese su instante de relajo frente a la pantalla, calambres que se estiran ante la escena arrancada de película gore; pichones que terminan desangrándose justo sobre el féretro que chorrea el licuado coraje del nauseabundo y último combatiente de aquella guerra que nunca existió. Toda una puesta en escena que sirve para mantener contento a Miguel Ángel. Teleserie diaria que lo tiene vuelto loco, un estímulo al final de cuentas según sus carceleros, para que se recupere prontito de aquel insoportable dolor de cabeza, de esa migraña que considera le metieron a la fuerza con tal de distraerlo y demorar su asunción a los monolitos.
Alegoría macabra que lo prende y fortalece al paso de las horas, de los días, de seguir insistiendo en sus planes de inmortalizarse, por sobretodo de fugar su estirpe y clarividencia lejos de allí. Plan en donde el comando dispuesto como promesa por su tío, jugará un papel estelar. Que no costará mucho convocarlos, puesto que no descansan de los eternos y nerviosos ires y venires a tribunales, de su sedentarismo en los centros de reclusión en donde son amos y señores. Esforzados fusileros que se encargarán de entregarle toda la fulminante gloria -todo por la patria y sus hijos es su lema- para aquel día en que deba transformarse en piedra angular y reflejo granítico, en faro que alumbre como tea, por más la cremación definitiva a su filigrana sea requisito previo.
Y se emociona de pensarse chicharrón, hecho fritanga, tostado, bien horneado, de contaminar con su humo el paisaje, de ser algo así como ceniza volcánica que todo lo envuelva, que todo lo impregne, como si fuese un anuncio que algo grande está por suceder, para que aquel tiznado sea analogía perfecta y haga llorar y hasta estornudar y mal decir su nombre a los habitantes de la nación, para que la tiza con sus residuos estimulen frotarse los ojos y que la magia de la picante abstracción permita que su estirpe recorra todos los puntos cardinales, dejando claro que, con ella, se sintetiza lo mejor que una patria como la suya podría anhelar.
Se iguala y se proyecta, porque ha sabido de casos como el suyo, del miedo y del placer al mismo tiempo de terminar consumido por las llamas. En perspectiva, se acuerda del traumático caso de su tío bombero; que no hubo caso quitarle la manguera y apagarlo, que porfió hasta el cansancio con los fósforos, que no trepidó en rociarse de nafta, de tomársela incluso, aquella vez que postuló al premio del funcionario público más destacado y resulta que, por más esfuerzo y carisma, sobre todo, por su historial pirómano, le prendieron una vela y lo dejaron a la suerte de la olla, de sus deseos, de las obsesiones cerillas que acostumbraba.
Enviar un comentario nuevo