Escáner Cultural

REVISTA VIRTUAL DE ARTE CONTEMPORÁNEO Y NUEVAS TENDENCIAS

ISSN 0719-4757
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Lolitas encerradas en el espejo de la locura

Ilustración: Carlos Yusti

Carlos Yusti

El escritor Vladimir Nabokov inventó a Lolita o más bien escribió la historia que retrata las peripecias de una niña de 12 años con un señor mayor (llamado Humbert Humbert). Nabokov tenía sus dudas sobre la novela. En primer lugar era el tema algo escabroso para un escritor serio, luego estaba que la historia que era un soberano invento. Los hechos narrados pertenecían en exclusiva a las elucubraciones imaginativa del escritor, hasta los moteles de carretera donde pernoctan los protagonistas, en una huida insensata (de esos oscuros deseos es muy difícil escapar), son sólo postales fijas de la inventiva literaria.

Al final la arrojó al fuego y de allí la rescató la mujer del escritor. Cuando la novela se publicó el griterío de la censura y las amonestaciones de la moralidad pacata no se hicieron esperar. Pero eso es ya otra historia.

Encaminados otra vez con Lolita, el antecedente de la novela que se me ocurre podría ser ( y aquí especulo no sin cierta cizaña) Charles Lutwidge Dodgson, mejor conocido como Lewis Carroll y su pasión por las niñas Liddell y sobre todo la más tiernita llama Alicia, a quien fotografía varias veces en fotos con una picardía subrepticia. Desconozco si Carroll cruzó la línea de la decencia y buenas costumbres con la niña Alicia, lo cierto es que ella inspiró los libros que lo harían famoso: “Alicia en el país de las maravillas” y “A través del espejo y lo que Alicia encontró del otro lado”. El primer libro de Alicia surgió gracias a una excursión que hizo Carroll con las niñas Liddell. El segundo surgió después de 10 años. Cierto día paseaba el escritor por los jardines de Kensington. En el recorrido observó a unas niñas que jugaban y por casualidad una se llamaba Alicia. Carroll se acercó a las niñas y pronto estuvo jugando con ellas toda la tarde. Inventó trabalenguas, recitó poemas chistosos e inventó juegos que hicieron la delicia de las chiquillas. Luego el escritor las invitó a su casa que estaba cerca. Ya en la casa compartió otros juegos para armar de su invención. Llamó aparte a la que se llamaba Alicia y le puso una naranja en la mano. Le preguntó en que mano tenía la naranja. “En mi mano derecha”, contestó la niña. El escritor la tomó de la mano y la acercó frente al espejo y le dijo: “Mira a la niña que está en el espejo y dime, ¿en qué mano tiene la naranja?” Con lentitud y asombro la niña contestó: “En su mano izquierda”. Carroll le preguntó a la nueva Alicia como explicaba semejante cambio. Esta le dijo: “Si me colocara al otro lado del espejo, ¿no seguiría estando la naranja en mi mano derecha?”. Este episodio le proporcionó al escritor la idea de un nuevo viaje de Alicia por el mundo de revés.

Otro ser subyugado por las Lolitas, y uno de los más curioso, fue Henry Darger, pintor y escritor. Dicho así no parece nada excepcional, pero en el caso de Darger la cuestión posee un giro inesperado. Su trabajo artístico lo realizaba alejado de su vida cotidiana y en el más reservado anonimato. Trabajaba como portero en un hospital, el St. Joseph de Chicago. Para las enfermeras no era un artista, sino un viejo hosco al que muchas veces lo habían visto hurgando en los pipotes de la basura aledaños al hospital. Además le causaba curiosidad su soledad. No tenía amigos, ni familiares. Su aspecto no era sucio, pero si descuidado y un tanto desaliñado. Sus anteojos estaban desgastados por el uso y unidos con un cinta adhesiva. Residía en una habitación alquilada en calle Webster. No se le conocían vicios y al parecer asistía a misa con una devoción algo exagerada ya que iba hasta cinco veces por día. Por lo demás daba la impresión de ser un individuo gris y dominado por cierta taimada apatía. Lo que nadie sospechaba era que Darger tenía años dedicado a un trabajo artístico atípico.

El trabajo de Darger estaba compuesto como de dos partes: una escrita y la otra gráfica. La escrita consta de 15.154 página y se titula “The story of the Vivians girls, in what is known as the Realms of the Unreal, of the Glandeco-Angelinian War Storm, caused by the Child Slave Rebellion”, cuya traducción podría ser La historia de las niñas Vivian, en lo que se conoce como los Reinos de lo Irreal, sobre la Guerra-Tormenta Glandeco-Angeliniana causada por la rebelión de los Niños Esclavos. Este libro (escrito a máquina y sin espacios interlineados) relata las aventuras de las 7 hermanitas Vivian, especie de princesas de Abbiennia cuyas edades oscilan de los 5 a 8 años, que liberan una guerra contra el maligno planeta habitado por Glandelianos, hombres que esclavizan a los niños, los torturan y le infligen castigos atroces. La parte gráfica se encarga de ilustrar las aventuras y desventuras de las hermanitas Vivian y su ejercito infantil. Son dibujos y pinturas de grandes formatos, hasta 4 metros de alto por 2 de ancho. Darger utiliza colores vivos y eléctricos en los que mezcla dóciles escenas de niñas jugando en un parque con niñas desnudas, provistas casi todas con diminutos penes, estranguladas o descuartizadas. Lo escrito por María Gainza es exacto: “Mirar las imágenes de Darger es como entrar en trance. Son pedazos que se despegan de las paredes de un subconsciente angustiado, que se debate entre la felicidad sin límites y los tormentos psicológicos en carne viva”.

En el año 2003 Jessica Yu dirigió un documental In the realms of unreal (En los reinos de la irrealidad). La película combina dibujos animados con imágenes reales. La película indaga por ese drama oculto en la existencia de Henry Darger, por un destino circunscrito de algún modo a los laberintos privados de su mente. Darger fue minucioso a la hora de plasmar su mundo. Su obsesión por el detalle es admirable. A este respecto Agustín Fernández Mallo escribe: “Una peculiaridad que también habla elocuentemente de la mente de Darger es la obsesión que hay en su libro por el detalle. Es tal, que describe todos los uniformes de los soldados, desde los botones hasta los hilvanes, da nombres a todos ellos, así como a todos los paisajes, desde la forma de las hojas hasta la orografía de un bosque, o especifica los mapas de las batallas con un detalle que estremece, recordándonos a aquel magistral cuento de Borges en el que unos cartógrafos hacen el mapa de un reino tan grande como el propio reino. El reino de ficción de Darger era en sí mismo un mapa que ocupaba toda su vida, desde la mañana hasta la noche”.

 Nathan Lerner le alquiló una habitación a Darger y enseguida captó la peculiaridad de aquel hombre. Lerner era fotógrafo y parte de su trabajo se había enfocado en tomarle fotos a los enfermos mentales que pululaban en su entorno, vio en Darger otro personaje y desde que lo conoció quiso hacerle una foto. Cuando el peculiar escritor y pintor murió, a los 81 años, en el año 1973, Lerner descubrió ese mundo extraordinario de Lolitas, desnudas o con alas de mariposas, liberando una batalla contra los esclavistas de niños. Visual como era Nathan le bastó una mirada panorámica al cuarto, en el cual había un desorden de trabajo concienzudo con recortes de revistas, papeles, dibujos, anotaciones, carpetas apiladas, para percatarse que estaba más que en la pieza de un solitario en una mente atareada en la construcción de un mundo diferente, de un mundo de Lolitas guerreras que se enfrentan a esos oscuros deseos, manías, y prejuicios que las que alguna manera somos esclavos.

Henry Darger sólo tuvo un amigo William Schloeder con el que nada más conversaba sobre el clima. La vida de Darger no fue fácil. Con apenas 12 años fue recluido en un asilo para enfermos mentales en Illinois. Con 18 años se escapa, luego de varios intentos infructuosos,  hasta llegar Chicago. Tuvo una Hermana a la que no conoció, pero que de seguro vivió en todas las hermanas Vivian que su mente creó y también para escapar de ese inexorable paso del tiempo o como él lo escribió: “Al contrario de la mayoría de los niños, odiaba ver llegar el día en que sería grande. Quería ser joven para siempre”.  Con esas extrañas Lolitas atrapadas en el espejo de su locura quizá lo logró.

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