LAS VÍBORAS EN EL PARAÍSO ANTIPARRIANO
LAS VÍBORAS EN EL PARAÍSO ANTIPARRIANO
Desde Panamá, Rolando Gabrielli
La entrevista kafkiana
La nubosidad gris sobre Santiago a medida que la tarde se recostaba sobre mi viejo reloj Tissot, presagiaba unas lluvias memorables, de esas que sobrepasan los paraguas, nos humedecen las entrañas, en los días fríos invernales, que parecen interminables ataúdes grises flotando en el aire. Pero la misión periodística era ineludible: entrevistar al antipoeta en su casa de La Reina, en las faldas de la Cordillera de los Andes, uno de los baluartes naturales de los chilenos, escogido por Nicanor Parra, como un refugio personal frente a la omnipresente poesía de la Cordillera de la Costa.
Me subí al micro como un fantasma londinense, un domingo, poco después de las 2.30 de la tarde, a esa hora en que las calles están desoladas y viven el feroz desamor del tiempo indefinido, camino a la casa de rústica madera del autor de Poemas y antipoemas, Obra Gruesa y de un pecado de juventud, como le llamó a su libro inaugural, Cancionero sin nombre (1937), de indiscutida influencia garcilorquiana.
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