Escáner Cultural

REVISTA VIRTUAL DE ARTE CONTEMPORÁNEO Y NUEVAS TENDENCIAS

ISSN 0719-4757
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EL TRAVESTISMO TRANSPARENTOSO DE GUSTAVO BARRERA:
POESÍA Y PERFORMANCE EN CREATUR (2009)

 

Por Carolina Benavente Morales

cbenavem@gmail.com

 

Vi por primera vez a Gustavo Barrera en la performance que hicieron con Antonio Silva y Héctor Hernández en barrio Brasil el año 2000. Era en una casa-restaurant en la que aparecieron disfrazados de mujer, gesticulando tipo bailaoras de flamenco con mucho fru-fru. La verdad es que no recuerdo muy bien lo que hicieron, pero quedó en mí la impresión de un show extravagante que pretendía épater les bourgeois, aunque en lo personal no logró provocarme y hasta lo encontré un poquito out, como un simpático trío de yeguas locas que me dejaban la sensación de un cliché. Mirándola en retrospectiva, esa intervención seguramente es importante para una generación literaria que salió del clóset después de una década de poesía noventera que ocultó la diferencia homosexual y, de hecho, hoy día mi amigo Antonio Silva es reconocido como un precursor de ese movimiento. Sin embargo, a mí no sé porqué las cuestiones de género nunca me han llamado demasiado la atención o al menos no más que otras. Por eso, después de leer un testimonio de Gustavo en Creatur, su libro recién publicado por Ril en este otoño 2009, vuelvo a ese evento intrigada por algo sorprendente: Gustavo Barrera comenzaba a desaparecer. El tumulto de las apariencias impidió que le diera importancia en ese momento, pero este artista intentaba fascinarnos con “una gesticulación excesiva de doblaje mudo” (Creatur, p.103) que estaba aplicando a su propia voz. Por eso, al presentar Creatur quiero explorar el travestismo espectral de Gustavo Barrera, un travestismo made in Chile, un carnaval invertido, travestido o al revés.

Cuando nos encontramos por casualidad en la esquina de mi casa y me invitó a formar parte del staff de presentadores de Creatur, le comenté a Gustavo que yo tenía un rollo con la locura y él me dijo que su libro era precisamente sobre la alienación. Más aún, la presentación sería un día 22, que es la carta del loco en el tarot. Al despedirnos, le comenté que en las fotos publicadas en Facebook de un recital del ciclo poético “Los Desconocidos de Siempre” me dio la impresión de estarse difuminando. Le dije que lucía igual que en su video “Anestesiada”, sólo que de verdad. Como se asustó, le respondí que esa difuminación era bella, porque era como una especie de aura, pero luego me quedé pensando en lo extraño que es cuando la ficción trastorna la realidad hasta llegar a borrarla. En otras conversaciones descubrí que tenemos muchísimas cosas en común y algunas desconexiones. Sentí que en algún punto su mundo despegaba hacia una dimensión que me era desconocida. La última vez, le confesé que me costaba encontrarle un sentido a su obra, pues eran muchos, y, alarmado por esta palabra, “sentido”, me aclaró que en mi comentario sobre Creatur debiera limitarme a dar mis impresiones. Pero para mí el sentido es difractado y consiste en enlazar cosas muy dispares entre sí, especialmente las más insignificantes. Me desvelo, todo esto es agotador, leo toda la obra suya que me ha prestado y de pronto el punto de bifurcación me abre un senderito metafísico por donde puedo recorrer el Maravilloso País de Gustavo.

 

“Creatur”: la palabra me da vueltas en la cabeza y leo Los Siete Sermones a los muertos de Carl Gustav Jung, citado como epígrafe del libro de Gustavo. El texto es poético, hermético y profético. Creatur podría ser vida, pero encarnada en la multiplicidad y limitada en el tiempo y el espacio por Muerte, en la infinitud del Pleroma. Esto me hace pensar en lo señalado por Gilles Deleuze a propósito de Baruch Spinoza: “En tanto que se definen por grados de potencia, cada ser realiza un único y mismo Ser, el mismo Ser que los otros seres, puesto que el Ser se dice en un único y mismo sentido en la diferencia contigua de los grados de potencia”. Y Deleuze explica que este pensamiento de los grados de potencia es demente porque “está ligado ya no a una concepción de los géneros y de las especies, sino a una concepción de los agenciamientos en los cuales el ser es capaz de entrar”. Luego hace un cruce entre Spinoza y Lovecraft que me tiene muy intrigada: “el verdadero nombre de la Ética es el Necromicón” (Deleuze, Derrames, 286-287). Jung y el nazismo, Lovecraft y el racismo, me perturban sus misteriosas conexiones con Gilles Deleuze y Mayo 68, así como las de todos ellos con Gustavo Barrera, pero intuyo las diferencias. En los Sermones Jung señala:

Los dioses son poderosos y soportan su diversidad, pues, como las estrellas, están aislados y a una inmensa distancia entre sí. Los hombres son débiles y no soportan su diversidad, pues habitan casi juntos y necesitan la comunidad para poder soportar su carácter peculiar.

Creo que las desviaciones en Barrera tienen que ver con un sentido de la comunidad donde todos son poderosos dioses que soportan su diversidad, noción cultivada por colectividades discriminadas, entre otros, por motivos raciales y sexuales, y que debido a ello no marcan al otro con el signo de Muerte, sino que afirman la creación y la vida, CREATUR. No puedo explayarme mucho sobre los contenidos de este libro, sólo quiero señalar algunas intensidades que lo atraviesan.

 

 

Alienación es enajenación, es separación, extranjería, estar fuera de sí y puede darse de distintas maneras, como por ejemplo la de una casa totalmente translúcida donde habitan dos seres que nunca se encuentran y que al hacerlo parecen traspasarse como si fuesen de aire. Estos seres son un hombre y una mujer, pero en Creatur son en realidad el hombre o la mujer, un mismo ente desdoblado. Sentados en un café de Huérfanos, le pregunto a Gustavo quién es Andrea y si es su alter ego, pues aparece de vez en cuando en su texto. Me responde que Andrea en Chile es nombre de mujer, pero que en italiano es un nombre masculino que remite a andros, hombre. “Verdad, como Andrea Casiraghi el marido de Carolina de Mónaco que se murió”, observo, y le digo que me gustó su Elella y que yo tengo un personaje parecido al que le puse Élla en un poema. Aprendemos en las últimas páginas del libro que la casa habitada por estos seres es real y fue construida para la Srta. Farnsworth por Mies van der Rohe en 1952, una casa de muros transparentes que se convirtió en paradigma del naciente “estilo internacional” y donde ambos, pese a su homosexualidad, convivieron alienándose el uno del otro. Ésta es la obsesión arquitectónica de Gustavo, junto a la única pieza oscura de la casa que es también un armario y un cerebro, así como la casa puede ser la metáfora de un edificio, una ciudad, un cuerpo y un país, todos ellos transparentados por un estilo internacional donde todos somos observados.

 

 

Esta circunstancia paranoide y esquizoide de la vida real y cotidiana Gustavo la desafía mediante diferentes agenciamientos. Catalogar a Creatur como un libro de poesía, en efecto, es una reducción, a menos que por poesía se entienda todo lo resultante de una poética o actividad creativa que desborda la palabra por todos lados y cada vez más. En este libro confluyen distintas búsquedas, algunas de las cuales ni siquiera alcanzan a fijarse en el formato libro más que a modo referencial, como por ejemplo el sonido de la voz de Gustavo, que en la performance de barrio Brasil fue doblada por otra voz, iniciándose así el proceso de difuminación del autor. Asimismo, Gustavo no es un poeta convencional que se limite a escribir, sino que es un performer que indaga en los límites de su cuerpo, un arquitecto que interroga la espacialidad y la interviene, un audiovisualista manipulador de imágenes, un pensador que compromete todos sus sentidos al reflexionar, entre otras cosas más. Creatur fue redactado en el año 2003 y casi dan ganas de agradecer a las editoriales responsables de la demora en su publicación la posibilidad que le dieron a Gustavo de transparentar su proceso creativo, pues de otro modo no tendríamos acceso a este fascinante híbrido transgenérico y transgénero que es Creatur. Por eso, en su primera parte la búsqueda es más cercana del absurdo característico de las primeras incursiones de Gustavo en poesía, mientras que hacia el final hay una mayor liberación hacia la narrativa y la ficción, así como hacia la crónica, la visualidad, la gráfica computacional, el testimonio de performance, hacia donde se despliegan sus actuales agenciamientos.

 

 

Creo, sin embargo, que un eje común a toda esta dispersión es la desaparición de Gustavo, desvanecimiento del rostro que no es supresión de una vida, sino al contrario afirmación de la energía vital que se hace presente al sustraerse el signo, puesto que el signo permite la captura y por ende la separación y la alienación. El travestismo que conocemos es recargado, atiborrado, barroco, travestismo de plumas y lentejuelas en el devenir parodiado de mujer. No es que la proliferación no sea adecuada en algunos momentos, pero tal vez el momento actual requiere otras operaciones o más que nada otras indagaciones, pues Gustavo es también un experimentador en el laboratorio de la vida. “Menos es más”, la divisa de Mies van der Rohe, adquiere en la creación de Gustavo un carácter distinto por medio de una economía del signo en la palabra y en el cuerpo. ¿Qué ocurre si esta eficiencia se aplica al cuerpo? La pregunta es necesaria en una ciudad asolada por los flujos esquizoides del capital, una ciudad donde las casas antiguas son demolidas en permanencia para ceder su lugar a nuevas edificaciones de estilo internacional neutro y transparente. En Creatur, Gustavo se sitúa en lo que Marc Augé llama los no-lugares: malls, terrenos baldíos, departamentos abandonados, farmacias, hospitales; y asimismo en el cuerpo como no-lugar.

 

 

Gustavo es también un fino humorista y el agenciamiento travesti lo exige. De acuerdo con Henri Bergson, la risa es una función social vinculada a la inteligencia, más que a la sensibilidad. A través de la risa, se muestran las rigideces, las inadaptaciones al contexto. Por eso las máscaras de hombre y mujer utilizadas en la performance de Gustavo e Isabel Felmer cuyo registro subyace a Creatur tienen algo de gracioso. Y más graciosa aún resulta la última performance de Gustavo como momia en una fiesta del colectivo “Descentralización Poética”. Al ver las fotos del evento en facebook, me detengo en una donde Gustavo aparece encorvado y disfrazado de hombre invisible mientras un asistente le quita un calcetín y anoto mi comentario: “¿y dónde quedó la poesía?”, seguido de risas. Al día siguiente me junto con mi amigo Akira en Don Rodrigo y le comento sobre el travestismo espectral o al revés de Gustavo, a lo cual Akira me responde: “tendrías entonces que decirlo al revés: es un omsitsevart”, lo que me parece muy chistoso, pero me sigo preguntando cómo llamar a este tipo de travestismo.

La respuesta me llega vía facebook, a través de un comentario de Marlene Molina como respuesta a mi pregunta en la foto de Gustavo. Ella dice: “[la poesía] está en el sostén, en la panty, en el paquete apretujado o la faja reductora, pero que demencia más particular. Es como un meta-travesti; lo que no deja de ser singular… salu2”. Concuerdo con ella, pues en la performance de Gustavo hay una reflexión sobre el travestismo, pero al mismo tiempo creo importante señalar la inversión desde lo recargado del signo hasta la anulación del signo y creo que su operación podría consistir un a-travestimo, una performance que pasa por el travestismo y a la vez lo cuestiona, extrañamente preservando su rigidez y su ridiculez, porque no podría ser de otra manera, porque en su vida-obra Gustavo Barrera recoge el eco lejano de las cavernas y los armarios y Creatur es también la vida amenazada, pero tenaz y palpitante sobre la superficie de una máscara de carne, así como el amor que sigue hormigueando en la palma de una mano una vez que ha quedado detrás.

 

 

Santiago, miércoles 22 de abril de 2009

 

Escáner Cultural nº: 
115

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